lunes, 3 de diciembre de 2012

Fibromialgia y Alimentación

Fibromialgia y Alimentación


Fibromialgia
La fibromialgia es un síndrome de causa aún desconocida caracterizado por el dolor crónico de los músculos de los tejidos que conectan los huesos y de los tejidos fibrosos -ligamentos y tendones-.
La fibromialgia va acompañada de un agotamiento generalizado que a diferencia de la artritis no ocasiona hinchazón de las articulaciones.
Yago Pérez. Dietista-Nutricionista

Fibromialgia y Alimentación


La fibromialgia es una de las enfermedades más desconocidas.
Más frecuente en mujeres cursa con síntomas que varían desde agotamiento generalizado a dolor en las articulaciones y muscular.
Unidos a estos se presentan otros síntomas como la rigidez o anquilosamiento, dolores de cabeza y cara, trastornos del sueño, dificultad para concentrarse, trastornos digestivos -dolor abdominal, meteorismo, estreñimiento, diarrea-, problemas genitourinarios, parestesia -hormigueo y entumecimiento en manos y pies-, falta de equilibrio, trastornos en las piernas - “síndrome de las piernas inquietas”-, hipersensibilidad a la luz, sonidos y olores, alteraciones en la piel -sequedad, manchas, purito-, depresión y ansiedad, problemas de memoria...
Esta enfermedad no se puede diagnosticar a través de las pruebas de laboratorio. Los pacientes que la sufren se realizan radiografías, analíticas de sangre y biopsias musculares y sus resultados siempre suelen estar dentro de la normalidad.
Los pacientes con fibromialgia suelen presentar un aspecto saludable, lo que dificulta su valoración. Sólo el estudio detallado de sus músculos indicará las zonas extremadamente sensibles al tacto llamadas puntos hipersensibles.
Los síntomas de la fibromialgia se parecen a los de otras enfermedades como el lupus sistémico, polimialgia reumática, miositis, polimiositis, daño neurológico ocasionado por la diabetes, enfermedades de la tiroides, tendinitis, bursitis, síndrome de agotamiento crónico y otros. Es imprescindible descartar éstas antes de una diagnosis de fibromialgia y su posterior tratamiento.
No fue hasta hace poco, en el 1992, que la Organización Mundial de la Salud OMS la reconoció como patología. Es por esto que hay pocos estudios científicos que estudien sus causas y tratamiento y por lo tanto, elaborar una guía dietética eficaz basada en la evidencia es actualmente muy difícil.
El cansancio y el malestar general, el dolor y la ansiedad que padece de forma crónica el enfermo de fibromialgia afecta en su totalidad a su vida cotidiana y por lo tanto, afecta también a sus hábitos alimentarios que se suelen ver alterados. Pueden aparecer graves desequilibrios nutricionales y la aparición de obesidad por la falta de ejercicio físico y mal reparto de las calorías.
Es un hecho demostrado que los hábitos alimentarios pueden estar implicados en el origen de algunas enfermedades como las cardiovasculares, la obesidad, la diabetes y determinados tipos de cáncer.
Por lo tanto, una alimentación equilibrada aportará la energía, las vitaminas y los minerales imprescindibles para mejorar la calidad de vida del enfermo y evitar la aparición de complicaciones por carencias o excesos.
Una dieta rica en frutas, vegetales y legumbres, rica en potasio, cinc, silicio y selenio y pobre en grasas y proteínas de origen animal ayuda a mantener los músculos y los tendones en buen estado y pueden ayudar a disminuir la sensación de dolor.
Los enfermos de fibromialgia deben aportar una ingesta suficiente de calcio a través de la alimentación e incluso a través de suplementos ya que una baja concentración de este en sangre es responsable de la aparición de espasmos musculares.
El magnesio interviene en el proceso de la contracción muscular y su carencia provoca estremecimientos musculares y calambres además de apatía y debilidad.
Es frecuente incluir en el tratamiento suplementos de vitaminas antioxidantes como la vitamina A, C y E para combatir el estrés y reforzar el sistema inmune.

Alimentos recomendados en la Fibromialgia


Alimentos Alcalinizantes

  • Ricos en potasio, calcio, magnesio y sodio: lechuga, las endibias, la escarola, el perejil, el plátano, el mijo, las almendras, el maíz o las castañas.
  • Ricos en ácidos grasos omega 3: pescados azules, aceite de linaza, de cánola, de nuez, de soja, de germen de trigo y de avellana.
  • Ricos en antioxidantes, calcio y ácidos grasos omega 3: frutas frescas, frutos secos y semillas, manzana, pera, almendras, avellanas, sésamo, etc. Contrariamente a lo que se piensa, las frutas ácidas –el limón, por ejemplo- no suelen ser acidificantes, ya que su digestión deja como residuos minerales alcalinos.
  • Ricas en calcio, vitamina C, ácido fólico y betacarotenos: Verduras y hortalizas: zanahoria, cebolla, apio, col, etc.
  • Ricos en selenio, vitaminas del grupo B y fibra: Cereales integrales: trigo, avena, centeno, etc.
  • La soja y sus derivados aportan proteínas, calcio, hierro, yodo, magnesio, potasio, fósforo, ácido fólico y vitaminas del grupo B.
  • Ricas en calcio, magnesio y otros oligoelementos que facilitan su la absorción: Algas.

Alimentos desaconsejados en la Fibromialgia


Alimentos Acidificantes

  • Ricos en fósforo, azufre y cloro. Entre los más destacados están los que contienen aditivos y edulcorantes, las harinas refinadas, las conservas, etc.
  • Ricos en oxalatos: espinacas, acelgas, remolachas, etc.
  • Ricos en grasas saturadas: carnes grasas, embutidos, mantequilla, lácteos enteros, etc.
  • Ricos en purinas: vísceras, carnes rojas y mariscos.
  • Vegetales solonáceos -contienen solanina, una toxina que actúa sobre los enzimas formadores de los músculos aumentando la inflamación y causando dolor-: tomate, patata, pimiento, berenjena, etc.
  • El alcohol, la cafeína, la sal y los azúcares refinados.
Cuando hay acidosis por el abuso de estos alimentos aparecen síntomas como la falta crónica de energía, sabor agrio y viscoso al despertar, propensión a la fatiga y el frío, mayor tendencia a la depresión, encías inflamadas y sensibles, caries, cabello sin brillo y su caída, piel seca y agrietada, uñas frágiles y quebradizas, calambres y espasmos musculares, problemas osteoarticulares, aumento en el depósito de cristales en las articulaciones y su inflamación, propensión a sufrir infecciones y músculos doloridos.

Consejos para una alimentación saludable:


  • Fraccionar la ingesta diaria en 4 o 5 comidas para un buen reparto de las calorías.
  • No saltarse ninguna comida ni “picar” entre horas.
  • Comer en un ambiente relajado, sin prisas.
  • Aumentar el aporte de fibra alimentaria a través del consumo de un mínimo de 5 raciones diarias de verduras y frutas. No abusar de los alimentos más flatulentos en caso de meteorismo: legumbres, col, coliflor, coles de bruselas, alcachofas, nabos, cebolla y manzana cruda, melón, sandía, chocolate, frutos secos y setas.
  • Optar por carnes blancas (pollo, pavo, conejo) y pescados (mínimo dos veces a la semana pescado azul) frente al abuso de las carnes rojas o muy grasas.
  • Utilizar cocciones ligeras como el horno, la plancha, el vapor, el papillote o el hervido y limitar las más grasas (fritos, rebozados, empanados) a ocasiones especiales.
  • Reducir el aporte de azúcares refinados presentes en caramelos, pasteles, azúcar de mesa, bebidas azucaradas, etc. y aumentar el consumo de los azúcares complejos presentes en los cereales, legumbres y patatas.
  • Utiliza como fuente principal de grasas el aceite de oliva virgen.
  • Bebe suficientes líquidos (alrededor de 2 litros diarios).
  • No consumas alcohol.
  • Mantente en un peso adecuado.
  • Realizar ejercicio físico moderado y adaptado a tus características personales

Vivir mejor con Fibromialgia


Estos son algunos consejos que pueden ayudar:
  • Duerme mucho
  • Haz todo el ejercicio que puedas. Si el dolor no te permite hacer ejercicio, mantente todo lo activo/a que puedas.
  • Haz ajustes en el trabajo para adaptarte a la fibromialgia. Reduce la jornada o cambia de trabajo.
  • Sigue una dieta equilibrada, variada y nutritiva.
  • Consulta con tu médico las formas de reducir el dolor.
  • Busca apoyo emocional con amigos y familiares o apoyo profesional con un psicólogo.